La obediencia y la desobediencia de un hombre

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Necesitamos reflexionar sobre nuestra fe y meditar en las palabras de nuestro Padre y nuestra Madre celestiales una y otra vez, para poder alcanzar el eterno reino de Dios. En el nuevo año, debemos conseguir la completa obediencia a las palabras de Dios, reflexionando en lo que no hemos obedecido hasta ahora.

Cada uno de nosotros es un gran obrero del evangelio en esta época. La desobediencia de una persona puede convertirse en un gran obstáculo para la obra del evangelio de Dios, y por la obediencia de una persona la obra del evangelio puede completarse rápidamente por la gracia de Dios.

La desobediencia de Adán

La Biblia da un ejemplo concreto del enorme impacto que puede tener en la humanidad la obediencia y la desobediencia de un hombre.

『Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, los muchos serán constituidos justos.』 Ro. 5:19

Romanos 5 contrasta la desobediencia de Adán y la obediencia de Jesucristo: el primero causó que el pecado y la muerte entrasen en el mundo, mientras que el último hizo vivir para siempre a todos los hombres. Como resultado de la desobediencia de un hombre a la palabra de Dios: “Del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás”, todo ser humano encuentra la trágica consecuencia: la muerte.

『Y mandó Jehová Dios al hombre, […] del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás.』 Gn. 2:16-17

『Pero la serpiente […] dijo a la mujer: ¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto? Y la mujer respondió a la serpiente: Del fruto de los árboles del huerto podemos comer; pero del fruto del árbol que está en medio del huerto dijo Dios: No comeréis de él, ni le tocaréis, para que no muráis. Entonces la serpiente dijo a la mujer: No moriréis; sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal. Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella.』 Gn. 3:1-6

Lo mismo podría sucedernos si no grabamos en el corazón las palabras que Dios nos ha dado. El diablo tienta a la gente a comer del fruto que Dios les ha prohibido, haciendo que el fruto parezca aún más deseable; y les susurra: “Una vez que coman del fruto, serán sabios como Dios, llenos de conocimiento. ¿Por qué no lo comen ahora mismo?” Así sucedió el primer pecado de la humanidad.

Adán y Eva eran una sola carne (Eva era parte de Adán); por eso, la Biblia describe su ofensa como “el pecado de un hombre, Adán”. Entonces ¿por qué Dios menciona el pecado de Adán en el primer libro de la Biblia? ¿Qué nos quiere mostrar?

Necesitamos entender el tremendo efecto que la desobediencia de un hombre puede tener en los seres humanos. Hay otro caso que nos muestra el efecto del pecado de un hombre. Cuando Josué y su ejército conquistaron la ciudad de Jericó y entraron en la tierra de Canaán, el pecado de un hombre llamado Acán ocasionó el castigo de toda la nación: Israel fue derrotado en la batalla de Hai y el camino para conquistar la tierra de Canaán fue bloqueado temporalmente (Jos. 7:1-26).

Por el pecado de un hombre, el camino que debía seguir la nación fue bloqueado, y por la desobediencia de un hombre la muerte tocó a todos los hombres. Esta historia es una evidencia de lo importante que es la obediencia de un hombre.

La obediencia de Jesucristo

La Biblia dice que Adán es figura del que había de venir (Ro. 5:14). En realidad, Adán era una figura opuesta de Jesús, pues trajo la muerte al mundo al desobedecer el mandamiento de Dios de no comer del árbol de la ciencia del bien y del mal. Por el contrario, Jesús trajo vida eterna a todos los hombres al obedecer la voluntad de Dios hasta la muerte.

『Y Cristo, en los días de su carne, ofreciendo ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que le podía librar de la muerte, fue oído a causa de su temor reverente. Y aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia; y habiendo sido perfeccionado, vino a ser autor de eterna salvación para todos los que le obedecen; y fue declarado por Dios sumo sacerdote según el orden de Melquisedec.』 He. 5:6-10

A través de su obediencia, Jesús se hizo la fuente de eterna salvación para todos los que le obedecen. Él vino como uno de nosotros y siempre daba ejemplos de obediencia a la voluntad de Dios. Cuando oraba en Getsemaní, justo antes de su sufrimiento y muerte, solo pidió obediencia a la voluntad de Dios: “Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya”.

Aun frente a la muerte, Cristo fue perfectamente obediente a la voluntad de Dios. Mientras la desobediencia de un hombre trajo la muerte a todos los hombres, la obediencia de uno les trajo vida eterna.

『Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre. Por tanto, […] ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor.』 Fil. 2:5-12

Todas las palabras de la verdad que Dios nos da son dignas de obediencia hasta la muerte. Jesús mismo nos dio ejemplo de obediencia cuando vino a esta tierra hace dos mil años.

Como Cristo, que fue obediente hasta la muerte, debemos obedecer todas las palabras de Dios Elohim y ocuparnos en nuestra salvación. Si obedecemos a Dios, él nos exaltará muy en alto. Dios exaltó a Jesús y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra. Del mismo modo, Dios nos exaltará y nos honrará y alabará entre todas las personas de la tierra si somos completamente obedientes a su voluntad. Por eso la Biblia dice que somos sacerdotes reales del cielo (ref. 1 P. 2:9).

Nunca podremos recibir tanto honor y gloria sin obedecer plenamente la palabra de Dios. Por esta razón, la Biblia nos dice que obedezcamos siempre a Dios y sigamos ocupándonos en nuestra salvación con temor y temblor.

Desechen los pensamientos de desobediencia

La fe más grande es la fe obediente. No obstante, si nuestros propios pensamientos preceden a la palabra de Dios, perderemos la fe en él y desobedeceremos su voluntad, como Adán y Eva.

“Este fruto parece bueno para comer, y agradable a los ojos, y codiciable para alcanzar la sabiduría. ¿Realmente moriré si lo como?” “Dios es misericordioso. ¿Realmente me castigará por hacer esto?” Así, si alguien pone sus propios pensamientos delante de la palabra de Dios, no podrá obedecer la voluntad de Dios y su desobediencia traerá muerte no solo a él sino también a otros.

『Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar. Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos. […] así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié.』 Is. 55:6-11

La palabra de Dios nunca sale en vano. Nuestros pensamientos difieren de los pensamientos de Dios. Por eso la Biblia nos dice que olvidemos nuestros pensamientos y volvamos a Dios. Debemos olvidar todos nuestros pensamientos contrarios a la palabra de Dios. Cuando desechemos nuestros pensamientos y vivamos según la voluntad de Dios, podremos recibir abundantes bendiciones y vida eterna de Dios.

Cuando Adán y Eva se llenaron de la palabra de Dios, el fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal les parecía insípido. Sin embargo, cuando oyeron la palabra del diablo y se dejaron llevar por sus propios pensamientos, el fruto del árbol parecía bueno para comer, y agradable a los ojos, y codiciable para alcanzar la sabiduría. Los pensamientos de Dios son abismalmente diferentes de los humanos. Nadie sabe qué puede pasar mañana; pero Dios ve todo el futuro. Por eso dijo a Adán y Eva que no comieran del árbol.

Debemos hacer lo que Dios nos dice, con gozo constante, y guardarnos de lo que nos ha prohibido, aunque sea codiciable. Entonces los ángeles celestiales se inclinarán ante nosotros, reconociéndonos como el pueblo guiado por el Espíritu de Dios y según los pensamientos y voluntad y palabra viva de Dios.

La desobediencia nos conduce a la muerte. Dios da vida eterna al que es fiel hasta la muerte. Una persona es importante. Si cada uno de nosotros obedece absolutamente la voluntad del Padre y la Madre, podremos entrar en la vida. Pero la desobediencia de uno de nosotros podría extraviarnos a todos.

La evangelización mundial se cumple por la obediencia

Dios no nos manda obedecerlo para ejercer absoluta autoridad sobre nosotros. Todo lo que Dios nos ha enseñado es para nuestra salvación, para la seguridad de nuestras almas.

『Así ha dicho Jehová, Redentor tuyo, el Santo de Israel: Yo soy Jehová Dios tuyo, que te enseña provechosamente, que te encamina por el camino que debes seguir. ¡Oh, si hubieras atendido a mis mandamientos! Fuera entonces tu paz como un río, y tu justicia como las ondas del mar. Fuera como la arena tu descendencia, y los renuevos de tus entrañas como los granos de arena; nunca su nombre sería cortado, ni raído de mi presencia.』 Is. 48:17-19

En los días del profeta Isaías, los israelitas desobedecieron el mandamiento de Dios, lo cual les trajo calamidades. La historia de la Biblia nos muestra que cada calamidad es consecuencia de la desobediencia a la palabra de Dios, mientras que todas las bendiciones son resultado de la obediencia.

Dios nos enseña cada cosa para nuestro propio bien, y nos manda las cosas que debemos hacer, mostrándonos ejemplos, para poder llevarnos al eterno reino de los cielos, donde podemos vivir para siempre. Para nuestro propio beneficio, Dios nos ha enseñado a guardar sus mandamientos, a predicar el evangelio, a amarnos unos a otros, a resistir al diablo, etc.

『y estando prontos para castigar toda desobediencia, cuando vuestra obediencia sea perfecta.』 2 Co. 10:6

No sería justo que Dios castigara solo a los demás por su desobediencia mientras sus hijos son desobedientes también. La obediencia es una cualidad indispensable para entrar en el cielo. Dios es justo y está listo para cumplir la obra del evangelio cuando nuestra obediencia sea perfecta.

Necesitamos analizarnos y ver si estamos obedeciendo completamente todas las enseñanzas de nuestro Padre y nuestra Madre celestiales, o si solo obedecemos lo que nos gusta y desobedecemos lo que nos disgusta. Tenemos que obedecer todo lo que Dios nos ha mandado, hasta lo más pequeño.

Dios nos dijo que estemos siempre gozosos y unidos en amor unos con otros. También debemos obedecer estas palabras. Si alguien dice: “Puedo hacerlo todo excepto esto”, no es más que una excusa para reemplazar la voluntad de Dios con la suya propia. Él es como Adán y Eva, que comieron del fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal, que Dios les había prohibido comer, viendo que el fruto prohibido era bueno para comer, y agradable a los ojos, y codiciable para alcanzar la sabiduría. Cuando olvidemos nuestros propios pensamientos y nos entreguemos con alegría a la voluntad de Dios, podremos perfeccionar nuestra salvación.

La obediencia nos guía a la Canaán celestial

Los 144 mil santos, redimidos de la tierra por la gracia de Dios, son “los que siguen al Cordero por dondequiera que va”. Como está profetizado:

『Después miré, y he aquí el Cordero estaba en pie sobre el monte de Sion, y con él ciento cuarenta y cuatro mil […]. Y cantaban un cántico nuevo delante del trono, y delante de los cuatro seres vivientes, y de los ancianos; y nadie podía aprender el cántico sino aquellos ciento cuarenta y cuatro mil que fueron redimidos de entre los de la tierra. Estos son los que no se contaminaron con mujeres, pues son vírgenes. Estos son los que siguen al Cordero por dondequiera que va. Estos fueron redimidos de entre los hombres como primicias para Dios y para el Cordero; y en sus bocas no fue hallada mentira, pues son sin mancha delante del trono de Dios.』 Ap. 14:1-5

Los 144 mil son los que obedecen plenamente la palabra de Dios con gozo y gratitud. No debemos pensar que no importa si obedecemos o no la palabra de Dios; necesitamos ser obedientes a lo que Dios dice, como Cristo lo hizo hasta la muerte. Si no abandonamos la dureza, la desobediencia y el corazón no arrepentido, seremos castigados con destrucción eterna. Como está escrito:

『¿O menosprecias las riquezas de su benignidad, paciencia y longanimidad, ignorando que su benignidad te guía al arrepentimiento? Pero por tu dureza y por tu corazón no arrepentido, atesoras para ti mismo ira para el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios,』 Ro. 2:4-5

El egoísmo está muy difundido en el mundo. Las personas se aman a sí mismas y no desean hacer lo que va contra una pequeña parte de sus ideas. Ellos son los duros y los no arrepentidos.

Si hacemos las cosas a nuestra manera, podemos ser tentados por Satanás e incluso las cosas malas pueden parecer buenas a los ojos y oídos. El camino por el que Dios nos guía puede parecernos poco rentable ahora, pero si obedecemos constantemente la voluntad de Dios, quien conoce nuestro futuro y nos enseña para nuestro propio bien, nuestra obediencia se convertirá en abundantes bendiciones.

En los 40 años de Israel en el desierto, los que desobedecieron no pudieron entrar en Canaán, la tierra prometida, y finalmente fueron destruidos en el desierto.

『¿Y a quiénes juró que no entrarían en su reposo, sino a aquellos que desobedecieron?』 He. 3:18

Ninguno de los desobedientes pudo entrar en la tierra de Canaán. Y ahora también, los que no obedecen no pueden entrar en el reposo de Dios, el reino de los cielos. Aunque el mundo rechace a Dios, debemos seguir a Dios Elohim con fe hasta el final. Cada uno de nosotros debe predicar diligentemente las enseñanzas del Espíritu y la Esposa a todos los hombres del mundo.

Una persona es importante. Si cada uno de nosotros emprende la misión de despertar al mundo entero del profundo sueño espiritual, podremos hallar a todos los hijos perdidos de Dios. Recuerden que la desobediencia de un hombre trajo muerte sobre muchos, mientras que la obediencia de uno trajo a muchos la vida eterna. Creamos en esto y seamos completamente obedientes a Dios.

Somos los santos que siguen a Dios Elohim por dondequiera que van. Ellos nos guían. Como pueblo de Sion, estemos siempre dispuestos a obedecer la palabra de Dios con gozo y gratitud, confiando solo en él y siguiéndolo. Así seremos salvos y entraremos en el reino de los cielos.