El matrimonio es un nuevo comienzo en la vida de una pareja. En la ceremonia de bodas, se comprometen a compartir penas y alegrías como marido y mujer durante el resto de su vida. Del mismo modo, el bautismo es el primer paso hacia Dios, y es una ceremonia en la que hacemos un pacto con Él.
A través del bautismo, Dios perdona todos nuestros pecados y nosotros prometemos apartarnos de nuestra pasada vida manchada de pecado para andar como pueblo de Dios sirviéndolo solo a Él. El bautismo es un momento de cambio en nuestra vida cuando son perdonados todos nuestros pecados y transgresiones pasados y empezamos una nueva vida, para seguir las enseñanzas de Dios hasta que vayamos al cielo. Por tal razón, la Biblia nos enseña detalladamente el significado y la importancia del bautismo, una ceremonia en la cual hacemos un pacto con Dios.
Jesús también fue bautizado y después empezó a predicar el evangelio.
“Entonces Jesús vino de Galilea a Juan al Jordán, para ser bautizado por él. Mas Juan se le oponía, diciendo: Yo necesito ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí? Pero Jesús le respondió: Deja ahora, porque así conviene que cumplamos toda justicia. Entonces le dejó. Y Jesús, después que fue bautizado, […]” Mt 3:13-17
El bautismo es un ritual para que los pecadores reciban el perdón de pecados (Hch 2:38). Aunque Jesús era el Mesías que vino a esta tierra y era Dios, que nos guía al camino hacia el eterno reino de los cielos, vino a Juan el Bautista y fue bautizado por él. Jesús afirmó que se bautizaba para cumplir toda justicia. Dando personalmente el ejemplo de bautizarse, mostró que el bautismo es una ceremonia para que el pueblo que cree en Dios cumpla toda justicia.
“Después de esto, vino Jesús con sus discípulos a la tierra de Judea, y estuvo allí con ellos, y bautizaba. Juan bautizaba también en Enón, junto a Salim, porque había allí muchas aguas; y venían, y eran bautizados.” Jn 3:22-23
Jesús fue bautizado y luego empezó su ministerio. Asimismo dio el ejemplo de bautizar a la gente. Jesús mismo dio el ejemplo de bautizarse, y también bautizar a la gente, recalcando que es algo conveniente a los ojos de Dios, porque el bautismo contiene una importante verdad que guía a la humanidad a la salvación.
El bautismo es una ceremonia en la que nacemos a una nueva vida en Dios después de nacer primero del vientre de nuestra madre (ref. Jn 3:3-5). También es una ceremonia para recibir la promesa de Dios de liberar a los seres humanos de la esclavitud del pecado y hacerlos el pueblo del eterno reino celestial.
“[…] ¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte? Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva.” Ro 6:1-4
A través del bautismo, nuestros cuerpos de pecado en el pasado son crucificados con Jesús y nacemos a una nueva vida así como Jesús resucitó de los muertos. La crucifixión de Jesús representa nuestro reconocimiento y arrepentimiento del pecado, su sepultura en la tumba simboliza la sepultura de nuestros pecados en el agua a través del bautismo, y su resurrección de los muertos corresponde a nuestro compromiso de convertirnos en nuevos seres y seguir la vida de Cristo. A los que son bautizados y viven una vida nueva, Dios ha prometido la salvación.
“El bautismo que corresponde a esto ahora nos salva (no quitando las inmundicias de la carne, sino como la aspiración de una buena conciencia hacia Dios) por la resurrección de Jesucristo.” 1 P 3:21
El bautismo es una señal de la promesa de Dios para salvar nuestras almas. Para tener esta señal hasta el final, debemos mantener nuestra promesa con Él. No debemos pedir simplemente a Dios que cumpla su promesa de salvarnos mientras rompemos arbitrariamente nuestra promesa de alejarnos del pecado y vivir una nueva vida con Cristo.
Así como Cristo dedicó su vida a la salvación del mundo, nosotros, que fuimos bautizados con Él, tenemos la responsabilidad de compartir la promesa de la vida eterna del cielo con la gente del mundo, salvándolos y beneficiándolos. Por esa razón, Jesús nos ha dado la señal de la salvación a través del bautismo, y al mismo tiempo nos ha dicho que vayamos y bauticemos a todas las naciones, para que el evangelio sea predicado al mundo entero.
“Y Jesús se acercó y les habló diciendo: […] id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.” Mt 28:18-20
Mediante las palabras de Jesús, podemos entender nuevamente lo importante que es el bautismo, la promesa de Dios, para la humanidad. Primero debemos bautizar a las personas y luego enseñarles a obedecer todo lo que Cristo nos ha mandado.
Juan el Bautista fue enviado por Dios como “el que clamaba en el desierto”, tal como estaba profetizado en Isaías, y bautizó a Jesús y a la gente (Mt 3:1-6). Esto no fue un acto de su propia voluntad; llevó a cabo la misión como profeta enviado por Dios.
“[…] Jesús les dijo: De cierto os digo, que los publicanos y las rameras van delante de vosotros al reino de Dios. Porque vino a vosotros Juan en camino de justicia, y no le creísteis; pero los publicanos y las rameras le creyeron; y vosotros, viendo esto, no os arrepentisteis después para creerle.” Mt 21:31-32
El camino de justicia que trajo Juan el Bautista se refiere al bautismo (Jn 1:24-34). La misión de Juan el Bautista, que había sido enviado por Dios, fue administrar un bautismo de arrepentimiento. Jesús nos enseñó que el bautismo es una ceremonia sagrada y un camino de justicia, y definió a las personas que se niegan a bautizarse como aquellos que no se arrepienten ni creen hasta el final.
“Y todo el pueblo y los publicanos, cuando lo oyeron, justificaron a Dios, bautizándose con el bautismo de Juan. Mas los fariseos y los intérpretes de la ley desecharon los designios de Dios respecto de sí mismos, no siendo bautizados por Juan. Y dijo el Señor: ¿A qué, pues, compararé los hombres de esta generación, y a qué son semejantes? Semejantes son a los muchachos sentados en la plaza, que dan voces unos a otros y dicen: Os tocamos flauta, y no bailasteis; os endechamos, y no llorasteis.” Lc 7:29-32
Muchas personas se bautizaron, pero los fariseos y los escribas se negaron a ser bautizados. Cuando se tocó la flauta, debieron estar dispuestos a bailar juntos automáticamente, y cuando se endechó, debieron llorar juntos. Como personas insensibles, sin embargo, no respondieron a la verdad de Dios, por mucho que Jesús trató de enseñarles. Señalándolos, Jesús dijo que habían rechazado los designios de Dios.
De acuerdo con Jesús, solo aquellos que hacen la voluntad de Dios pueden entrar en el reino de los cielos (Mt 7:21). A juzgar por esto, podemos ver que el bautismo es la santa voluntad de Dios para salvar a la humanidad y guiarlos al cielo.
“Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.” Mr 16:15-16
Algunos piensan que no tienen que volver a bautizarse porque ya han sido bautizados en otras iglesias. Sin embargo, necesitan considerar si se les administró o no el bautismo de la Biblia que hemos estudiado hasta ahora. Es porque no todo bautismo puede llegar a ser el bautismo de salvación que Dios ha prometido, aunque sea una ceremonia con agua.
El bautismo no es solo una acción ritual, sino una regla que contiene la promesa de Dios. Tanto el agua para el bautismo como el agua para ducharse es la misma, pero hay una gran diferencia entre ambas en cuanto a la existencia de la promesa. El agua utilizada en la ceremonia del bautismo es la señal de la salvación que Dios ha prometido, pero el agua utilizada para ducharse no tiene nada que ver con la promesa de Dios y solo lava las inmundicias de la carne.
Supongamos que los fariseos hubieran imitado a Jesús y sus discípulos en su bautismo hace dos mil años. ¿Su bautismo habría podido conducirlos a la salvación? Por supuesto que no. Su bautismo no habría tenido la promesa de Dios. Solo el bautismo que tiene la promesa de Dios puede ser una señal de salvación para nosotros.
Recordemos dónde y por medio de quiénes Dios nos dio el bautismo de salvación. Jesús dio el ejemplo de bautizarse, y bautizó a muchas personas con sus discípulos (Jn 3:22-30). La Biblia explica en detalle qué verdad y fe tenían todos los discípulos de Jesús cuando bautizaban a la gente según su ejemplo.
“Llegó el día de los panes sin levadura, en el cual era necesario sacrificar el cordero de la pascua. Y Jesús envió a Pedro y a Juan, diciendo: Id, preparadnos la pascua para que la comamos. […] Y tomó el pan y dio gracias, y lo partió y les dio, diciendo: Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado; haced esto en memoria de mí. De igual manera, después que hubo cenado, tomó la copa, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que por vosotros se derrama.” Lc 22:7-8, 19-20
Pedro y Juan prepararon la Pascua del nuevo pacto tal como Jesús les había mandado, y la celebraron con Él. Todos los discípulos, que bautizaron a las personas con Jesús, permanecían en la verdad del nuevo pacto.
Nuestro bautismo puede ser reconocido y admitido por Dios si somos bautizados en el lugar donde Dios habita. La morada de Dios es Sion, donde se observan sus fiestas solemnes (Sal 132:13-14, Is 33:20). Dios dice al pueblo de Sion: “Pueblo mío eres tú”, y ha hecho su pueblo a los que guardan el nuevo pacto (Is 51:16, Jer 31:31-34).
De acuerdo con estas profecías, Jesús proclamó el nuevo pacto por medio de la fiesta de la Pascua. Únicamente el bautismo, que se realiza en Sion, la morada de Dios, donde se encuentra la verdad del nuevo pacto, puede ser el bautismo de salvación.
Al examinar los escritos de la Biblia acerca de la historia de la iglesia en la época apostólica después de la resurrección y la ascensión de Jesús, podemos ver que todos los bautismos fueron realizados por los discípulos que predicaban la verdad del nuevo pacto.
“Respondiendo el eunuco, dijo a Felipe: Te ruego que me digas: ¿de quién dice el profeta esto; de sí mismo, o de algún otro? Entonces Felipe, abriendo su boca, y comenzando desde esta escritura, le anunció el evangelio de Jesús. Y yendo por el camino, llegaron a cierta agua, y dijo el eunuco: Aquí hay agua; ¿qué impide que yo sea bautizado? Felipe dijo: Si crees de todo corazón, bien puedes. Y respondiendo, dijo: Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios. Y mandó parar el carro; y descendieron ambos al agua, Felipe y el eunuco, y le bautizó. Cuando subieron del agua, […]” Hch 8:34-39
El eunuco de la reina Candace se bautizó porque podía recibir la promesa de la salvación a través del bautismo. Este bautismo que garantizaba la salvación no lo daba cualquier persona, sino solo los profetas que habían recibido la autoridad de Dios que habita en Sion.
“Y un día de reposo salimos fuera de la puerta, junto al río, donde solía hacerse la oración; y sentándonos, hablamos a las mujeres que se habían reunido. Entonces una mujer llamada Lidia, vendedora de púrpura, de la ciudad de Tiatira, que adoraba a Dios, estaba oyendo; y el Señor abrió el corazón de ella para que estuviese atenta a lo que Pablo decía. Y cuando fue bautizada, y su familia, […]” Hch 16:13-15
“[…] Él entonces, pidiendo luz, se precipitó adentro, y temblando, se postró a los pies de Pablo y de Silas; y sacándolos, les dijo: Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo? […] Y él, tomándolos en aquella misma hora de la noche, les lavó las heridas; y en seguida se bautizó él con todos los suyos.” Hch 16:27-33
“[…] ¿Puede acaso alguno impedir el agua, para que no sean bautizados estos que han recibido el Espíritu Santo también como nosotros? Y mandó bautizarles en el nombre del Señor Jesús. […]” Hch 10:37-48
La familia de Lidia y la del carcelero fueron bautizadas por Pablo y sus colaboradores, y el centurión Cornelio y su familia fueron bautizados por Pedro. Pablo era un apóstol que predicó la Pascua del nuevo pacto, diciendo: “Yo recibí del Señor lo que también os he enseñado” (1 Co 11:23), y Pedro era un apóstol que preparó la Pascua del nuevo pacto, como Jesús le había ordenado, y la celebró como hemos visto anteriormente en Lucas 22. Todos ellos fueron enseñados en Sion, la ciudad de las fiestas solemnes, adoraron a Dios que habita en Sion, y observaron las leyes del nuevo pacto en Sion. El bautismo es una de las leyes del nuevo pacto. Por lo tanto, ellos llevaron a cabo el bautismo de acuerdo con la enseñanza de Jesús.
Muchas iglesias hoy en día dicen que también realizan el bautismo. Sin embargo, los bautismos realizados en las iglesias que no tienen la verdad del nuevo pacto son una mera formalidad, y no pueden ser reconocidos por Dios. Solo los bautismos llevados a cabo en Sion, donde está la verdad del nuevo pacto según la promesa de Dios, pueden ser reconocidos como verdaderos bautismos. Dios ha prometido conceder la salvación en Sion, donde Él envía su bendición de la vida eterna.
Demos gracias al Padre y a la Madre celestiales por llamarnos a Sion y por darnos la gracia del perdón de pecados y la salvación, y reflexionemos una vez más en el significado del bautismo al que nos sometemos. Además, prediquemos el evangelio a muchas personas que aún no han tenido el bautismo de salvación en la verdad del nuevo pacto, de modo que reciban la señal de la salvación en Sion, donde Dios habita. Recordemos siempre la promesa de Dios en el bautismo y participemos juntos y activamente para salvar al mundo, como Dios trabaja arduamente para salvarnos, con una hermosa fe en unión con Él.