Una misión bendita, el deber de dar amor

Cha Yeong-ye, desde Gimhae, Corea

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Una pareja de pastores de una pequeña iglesia vivía al lado de mi casa cuando era joven. Como mi madre era una amiga cercana de ellos, naturalmente empecé a asistir a su iglesia porque yo había sido cristiana desde que nací.

El domingo era el día de la semana más ocupado para mí. Ya que tenía varias posiciones en la iglesia (presidenta del área de estudiantes, encargada de asuntos generales, secretaria, etc.), tenía que ir temprano a la iglesia y regresar alrededor de la medianoche, totalmente exhausta. A pesar de eso, me encantaba trabajar para la iglesia. Mi único deseo era amar a Dios y hacer la obra de Dios toda mi vida.

La iglesia con frecuencia atravesaba problemas. Había muchos conflictos entre los miembros, y se dividieron en dos grupos cuando yo era estudiante universitaria, y sus conflictos se hacían aún más serios. Me preguntaba por qué sucedían esas cosas en la iglesia, que es la morada de Dios, quien es amor. Sentía que Dios no moraba allí, aunque Él llena el universo entero. Después de pensarlo mucho, decidí dejar mi vida de la fe.

Ya que perdí el eje central en mi vida, no encontraba nada interesante ni divertido; todo me parecía insignificante. Aunque había dejado la iglesia, siempre extrañaba a Dios y quería regresar al tiempo en que buscaba solamente a Dios. Por esa razón seguí a mis amigas a sus iglesias, y también tomé un programa de educación de dos años para miembros en una famosa iglesia protestante. Pero mi corazón seguía estando vacío.

Después de casarme, asistí a una famosa iglesia protestante a la que asistía la familia de mi esposo. Mudándome de una iglesia a otra durante mucho tiempo, llegué a la conclusión de que solo trataría de encontrar a Dios, sin importar a qué iglesia asistiera. Parecía que había encontrado estabilidad, pero en realidad esto se parecía más a la resignación.

Cuando se acercaba el nacimiento de mi segundo hijo, conocí a unos miembros de la Iglesia de Dios. Cuando me hablaron acerca del Día de Reposo, me sentí afectada por el hecho de no saber ni siquiera la verdad más básica: el día de culto bíblico, a pesar de haber leído la Biblia muchas veces y también toda clase de libros cristianos. Después de escuchar acerca del Día de Reposo, corrí a la biblioteca y busqué en todos los libros de historia para averiguar si el Día de Reposo era o no el verdadero día de culto. No solo el Día de Reposo sino todas las cosas que me habían enseñado eran verdaderos. Todos los libros de historia de la iglesia, además de la Biblia, testificaban que esto era la voluntad de Dios y la verdad. Según la absoluta enseñanza de la Biblia, recibí la verdad.

En la Iglesia de Dios, encontré al verdadero Dios a quien había buscado ansiosamente. La verdad era muy clara y perfecta. Pero aunque había reconocido la verdad, me fue difícil aceptarla en mi corazón. Me sentí muy frustrada como si algo se hubiera quedado estancado en mi corazón. Ya que aprendí en la Biblia que debemos predicar el evangelio, empecé a predicar; predicaba la palabra de Dios durante el día y estudiaba la Biblia en la noche. Obtuve más y más conocimiento de la Biblia y además llevaba frutos. Una de mis amigas recibió la verdad y creció rápidamente como predicadora, y otra hermana comprendió a la Madre celestial y lloró mucho. Pero aún me faltaba entendimiento.

Entonces un día, cuando estaba sentada al lado de una hermana que estaba predicando la Biblia, todas y cada una de las palabras de su predicación se grabaron en lo profundo de mi corazón. Sentía que las perlas dispersadas habían sido juntadas para formar un hermoso collar. En ese momento, comprendí que todas las profecías y las parábolas en la Biblia, desde la primera página hasta la última, se enfocaban finalmente en la “Madre celestial”, quien es el núcleo de la verdad; Ella es verdaderamente la Madre de mi espíritu, no solo el Dios que está lejos de mí.

Comencé a predicar la verdad sin titubear a cualquiera que encontraba. No podía ser más feliz. Había soñado en dedicar mi vida entera a la obra de Dios. ¡Mi sueño finalmente se hizo realidad! Después de mudarme de Seúl a Gimhae, fui bendecida con muchos frutos, y también se me permitió una posición del evangelio. Parecía que no había nada en el mundo más alegre y emocionante que predicar el evangelio.

Yo soy una persona muy prudente y clara en lo que quiero y en lo que no. En cuanto a la obra del evangelio, hacía planes detallados y seguía sistemáticamente los planes. Cuando todos los planes resultaban por la ayuda de Dios, me sentía tan feliz que no podía describirlo. Pero al mismo tiempo, me sentía frustrada por los que no trabajaban de la misma manera que yo. Pensaba que no había nada demasiado difícil para nosotros, si establecíamos sabiamente una meta y un plan y lo seguíamos. Por eso, no podía comprender por qué no hacían eso, cuando los veía atravesando un mal momento sin producir buenos resultados del evangelio. Tampoco entendía a los que atravesaban momentos difíciles. Pensaba que ellos atravesaban sufrimientos innecesarios porque no actuaban con suficiente sabiduría. Preocupada por ellos, trataba de aconsejarles en lugar de comprender lo desconsolados que estaban, pensando que debía ayudarlos. Realmente no sabía que lo que les decía hería sus sentimientos.

Entre tanto, una dificultad inesperada vino sobre mí. Solía considerar el sufrimiento como algo que solo les sucedería a los demás. Por eso, cuando esta dificultad vino sobre mí, sentí que todos mis planes o mis pensamientos lógicos eran insignificantes. No había nadie en quien confiar excepto en la Madre celestial. Oraba ansiosamente para que pudiera vencer el momento difícil y doloroso que no podía manejar por mí misma.

Si la Madre no me hubiera ayudado, mi alma podría haber colapsado en ese tiempo. Ya que soporté y perseveré, solo buscando a la Madre, las nubes se despejaron y llegó el día soleado.

Después de atravesar los momentos difíciles, los hermanos se veían diferentes que antes. Realmente es verdad que mientras más dolor atravesamos, más maduros nos volvemos. Llegué a comprender esta importante verdad: el sufrimiento que enfrentamos en el camino de nuestra fe no es algo causado por alguien más o algo por lo que debamos ser culpados, sino que es la cruz que debemos cargar a fin de que nuestras almas puedan nacer de nuevo. Si yo no hubiera atravesado ese sufrimiento, seguiría siendo incapaz de comprender por qué los miembros pasaban esos momentos difíciles, y qué doloroso era para ellos.

Después de deshacerme de todos mis criterios erróneos, los miembros se veían muy amorosos y hermosos. Aquellos que me hacían sentir frustrada, pensando que no eran lo suficientemente sabios para actuar apropiadamente, eran en verdad más sabios y fuertes que cualquier otra persona; como hijos de Dios, estaban llevando fielmente sus propias cruces y atravesando todos los sufrimientos en silencio. Todos se veían realmente grandes y brillantes, especialmente cuando trataban de salvar un alma, preocupándose por los demás en lugar de sus propias dificultades. En realidad no había razón para odiarlos. Sin embargo, ya que los miraba con una mente torcida, no podía amarlos sinceramente.

Después, algunos problemas más vinieron sobre mí como si estuvieran tratando de perturbarme. Aunque sabía que lo que estaba atravesando se volvería nada al pasar el tiempo, estos problemas hirieron mucho mi corazón. Estaba tan abrumada por la tristeza que lloraba muchas veces. Cuando me sentía exhausta y deprimida, sentía que alguien me susurraba: “Has hecho suficiente. Y sería mejor que dejaras ahora la misión del evangelio”.

Después de mis largas oraciones, recibí una respuesta de la Madre. La respuesta era “predicar el evangelio”. La Madre siempre abrazaba mi alma para que no me extraviara del camino del evangelio. Incluso en una situación ante la que estaba completamente indefensa, pensé en la Madre y decidí nunca renunciar. Luego encontré que la puerta ya se había abierto para mí. Cuando ordené mi mente y empecé a predicar nuevamente, la Madre consoló mi corazón cansado con la alegría de salvar un alma.

Había una anciana que vivía cerca de Sion. Cuando ella tenía menos edad, había estado en diferentes denominaciones, pero no pudo encontrar la verdad en ningún lado y dejó de ir a la iglesia. Ella me recordaba a mí misma antes de recibir la verdad. Ella había leído la Biblia tantas veces que cuando le enseñábamos algo, ya sabía qué versículo de la Biblia hablaba de esto. Pero le resultó difícil recibir a Dios que había venido nuevamente en la carne. Ella no quería escucharnos más, e incluso trataba de evitarnos. Cada vez que pasaba por su casa, me dolía mucho el corazón.

Meses después, un Día de Reposo, salí de mi casa más temprano de lo usual. Cuando iba por la calle, de pronto recordé a la anciana. En ese momento, la vi caminando hacia mí. Estaba muy alegre de verla venir hacia mí y la abracé y la saludé. Ella me miró un poco avergonzada, y probablemente ella también estaba tan feliz de verme que dijo con una sonrisa:

“Yo no he hecho nada por usted. ¿Cómo puede amarme tanto?”

Pienso que el verdadero amor no espera nada a cambio. En realidad, yo misma no entiendo completamente cómo puedo amar tanto a otra persona cuyo nombre y rostro no hubiera conocido sin la verdad. Lo único que sé con certeza es que el amor de la Madre se ha grabado profundamente en mi alma y que me ayuda a amar a otras personas, aunque era una persona egoísta y calculadora.

Desde que la anciana comprendió el amor de la Madre, se ha convertido en una persona completamente diferente. Ella se siente tan ansiosa que incluso derrama lágrimas diciendo: “No hay nada que pueda dar a Dios. Quiero ganar más talentos rápidamente a fin de poder retribuir la gracia de Dios aunque sea un poco, pero mis amigas no me escuchan”. Creo que su sinceridad pronto hará que la flor de la vida florezca en el corazón de alguna persona.

Mi segundo hijo, que aún estaba en mi vientre cuando recibí la verdad, se ha convertido en un estudiante de secundaria. Hasta él es suficientemente maduro para cuidarme, pero yo aún soy espiritualmente inmadura y solo causo preocupación a la Madre. No obstante, la Madre me sonríe e incluso me agradece por el simple hecho de estar en sus brazos.

A veces pienso en por qué Dios me ha guiado a Sion aunque soy muy débil y estoy llena de errores, y por qué Dios me ha estado sosteniendo constantemente para permanecer en los fundamentos del evangelio. Creo que esto es porque aún me falta amor y necesito recuperar lo que falta en mi amor.

Yo pensaba que conocía y comprendía a la Madre celestial de quien la Biblia da testimonio. Pero no comprendía que la Madre es el amor mismo, aunque sabía que Ella es el núcleo de la verdad. ¿Por qué no he amado continuamente a mis hermanos que comparten la misma carne y sangre, aunque he recibido mucho amor de la Madre?

Todos nosotros somos parte del cuerpo de Cristo, pero tenemos diferentes roles y dones. No obstante, solo quería que los demás miembros pensaran y actuaran de la misma manera que yo. Esto era como si la mano le dijera al pie: “¿Por qué no actúas como yo actúo?”. Confundí mis pensamientos estrechos con la voluntad de Dios y pensaba que amaba a los miembros, sin comprender que el verdadero amor es aceptar y abrazar las diferencias de los demás.

Al pensar en esto, el movimiento del evangelio de los diez talentos es una misión que Dios nos ha dado para permitirnos amarnos unos a otros aún más. Solo el amor puede lograr eso. Pero yo solo me concentraba en los resultados visibles, dejando de lado el amor. Me siento avergonzada por haber insistido en mi propia manera.

Todavía hay algunos miembros que no se acercan fácilmente a mí. Pienso que es porque mi acento es diferente al de ellos y porque no parezco una persona tratable. En realidad, lo más probable es que no haya renacido completamente. Esto me hace doler el corazón. Ahora oro ansiosamente para ser una persona llena de amor, intachable y sin mancha ante los ojos de Dios.

Me gustaría dar amor a todos los que encuentre, en cualquier momento y en cualquier lugar, así como cuando predico el evangelio. Por esa razón, siempre trato de predicar, incluso cuando voy a la tienda para comprar algo. Hay un salón de belleza que siempre visito, y recientemente le prediqué a una estilista que trabajaba allí. Ella quedó sorprendida de la verdad, pero cerró su corazón después de escuchar algunos comentarios infundados contra nuestra iglesia. Sin embargo, ahora disfruta ir a Sion, y dice: “La Iglesia de Dios es muy cálida y llena de amor”. Hay otra hermana a quien siempre predico; antes que se casara, creía en Dios, pero después de casarse empezó a seguir la práctica del culto a los antepasados debido a la familia de su esposo. Por esta razón, dudaba en acercarse a Dios. Sin embargo, ahora está siguiendo valientemente la voluntad de Dios. Pienso que su alma debe de haber sentido el amor de Dios. El amor lo hace todo posible, y la sinceridad siempre obra.

¡Gracias, Madre! Gracias por permitirme saber qué es el amor y por encomendarme la obra de amar a las personas, entre muchas obras en el mundo. Creo que ciertamente llegará el día en que el amor de la Madre se expandirá y florecerá en el corazón de todos, si amo a la Madre y también a mis hermanos, y predico el amor a una persona y después a otra. Hasta que ese día llegue, seguiré dando amor, como nuestra Madre que es amor.