El niño que no puede ver las estrellas

Jang Hui-won, desde Seongnam, Corea

1572 Vistas

El sonido de la risa de los niños nunca cesaba en un terreno baldío de mi vecindario. Los niños jugaban allí, olvidándose de su hambre, y siempre que oscurecía, se reunían para contar las estrellas y buscar constelaciones. Todos disfrutaban esto excepto un niño: yo.

—Hay muchas estrellas allá arriba. ¿Realmente no ves ninguna?

—¡Mira! Conecta esas estrellas. Forman la Osa Mayor. Parece un cucharón, tal como aprendimos en la escuela.

—…

Cada vez que mis amigos me hacían todas estas preguntas, señalando el cielo oscuro, no podía decir nada. Afirmaban que las estrellas brillaban maravillosamente en el oscuro cielo nocturno como joyas esparcidas, no obstante estas eran algo que solo podía imaginar.

¿Por qué no puedo ver las estrellas? Mi madre me dijo que una dieta equilibrada ayudaría a mi vista, así que traté de no ser un comensal quisquilloso. Además traté de tomar vitaminas con regularidad, pensando que podía tener ceguera nocturna, que también había aprendido en clase, pero no funcionó. Todavía no podía ver las estrellas.

El tiempo pasó, y mientras llevaba una vida ocupada, olvidé la tristeza de no poder ver las estrellas; estaba demasiado ocupado para mirar las estrellas. No obstante, enfrenté un problema aún mayor. Tampoco podía ver otras cosas. Cuando oscurecía, no podía ver las casas, los árboles ni a las personas.

Fui al médico muy tarde y descubrí que tenía retinosis pigmentaria. Es una enfermedad ocular persistente; la degeneración de las células en la retina empeora la vista, limita la visión, y en el peor de los casos, puede provocar ceguera. Pensaba que me tropezaba fácilmente debido a mi torpeza, sin embargo era porque no podía ver bien.

Después de conocer mi enfermedad, recordé una expresión: “Si el cuerpo vale mil dólares, los ojos valen novecientos”, supongo que es porque los ojos son muy importantes.

“Entonces, ¿solo me queda el 10 % en mi vida?”

Me desanimé, pero no mucho. Aunque es irremediable físicamente, tengo esperanza porque mis ojos espirituales están sanos. Tal vez no poder ver la verdad que nuestras almas definitivamente necesitan podría ser más triste que no poder ver lo que está delante de nosotros. Puedo ver la luz de la verdad escondida como un tesoro, en lugar de la luz de las estrellas en el cielo nocturno que todos pueden ver. ¡Qué bienaventurado soy!

Miro el cielo con un corazón agradecido, no desesperado. Las estrellas deben de estar brillando en algún lugar. Dios ha prometido que me hará brillar para siempre como las estrellas del cielo. Anticipando la felicidad, me imagino viajando por el mundo de innumerables estrellas en el inmenso cielo.