Cuando era joven, mi madre siempre me compraba ropa que me encantaba. No solo mi ropa, sino también otros artículos que mi madre me compró, como mis zapatos y cinturones, me quedaban muy bien en todo momento. Me sentía bien cada vez que me paraba frente al espejo, vistiendo la ropa que ella había escogido para mí.
Cuando me convertí en adolescente, quería comprar ropa de mi propio estilo. Después de ahorrar mi mesada, fui a la tienda solo a comprar ropa por primera vez en mi vida. Mientras miraba todo con entusiasmo, un maniquí que llevaba una camisa y pantalones limpios me llamó la atención.
“¡Vaya, ese es mi estilo!”
No podía apartar los ojos del maniquí. En ese momento, un empleado se me acercó.
“Si usas esa ropa, te verás como un caballero.”
En cuanto el empleado terminó de hablar, quitó la ropa del maniquí y me la entregó. Cuando me imaginaba a mí mismo como un caballero del que la gente sentiría envidia, se dibujó una sonrisa en mi rostro naturalmente. Sin pensarlo dos veces, compré las prendas de inmediato y me fui a casa, tarareando una canción.
Me cambié esperando verme tan bien como el maniquí con mi ropa nueva. Sin embargo, tan pronto como me paré frente al espejo, mis expectativas se convirtieron en decepción. Las mangas largas me cubrían las manos y los pantalones me quedaban sueltos. Me veía totalmente diferente del maniquí. En realidad, incluso a simple vista, el maniquí era mucho más grande que yo. Lamenté haber comprado imprudentemente la ropa que no me quedaba, solo porque se veía genial.
Solo entonces me di cuenta de que nunca fue fácil para mi madre comprarme ropa. Ella tenía que considerar no solo mi talla sino también mi estilo, para que me gustara.
Mientras pensaba en mi madre que consideraba incluso los pequeños detalles cuando escogía cuidadosamente la ropa para mí, el pensamiento de la Madre celestial cruzó por mi mente. Hoy también Ella vela por mí cuidadosamente con ojos de amor para ponerme la ropa espiritual perfectamente ajustada. Hubo un tiempo en que perseguí placeres momentáneos y llené mi corazón con algo que no encajaba en mi alma. Sin embargo, incluso en ese momento, la Madre celestial me estaba preparando una ropa preciosa como príncipe del reino celestial. No hay nadie que conozca la condición de mi alma como la Madre celestial. Estoy realmente feliz de estar con la Madre celestial, la mejor coordinadora que me pondrá la ropa espiritual que me quede perfecta.