Como las plumas que se esparcen en todas direcciones

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En un pueblo, había una mujer a la que le gustaba hablar de los demás. Así que las personas que estaban desconsoladas por ella, acudieron a un sabio y se quejaron al respecto.

—Ella inicia rumores sobre mis errores.

—Como añade cosas, es incómodo escuchar incluso algo simple.

—Ella me dijo que como bien, pero habla mal de mí ante los demás afirmando que soy un glotón.

Después de escuchar las quejas, el sabio los dejó ir y llamó a la mujer.

—Sube a la azotea y corta una almohada con unas tijeras. Luego regresa.

La mujer no sabía la razón, pero cumplió la orden porque lo dijo el sabio que era respetado por todos.

—¿Cómo te fue?

—Las plumas del interior de la almohada se esparcieron y volaron en todas direcciones.

—Ahora recupéralas todas sin perder ni una sola.

—¿Perdón? ¿Cómo puedo recogerlas?

—Lo mismo ocurre con las palabras que dices una vez.

La mujer comprendió la voluntad del sabio y dejó de hablar mal de los demás.