Un día, estaba muy ocupada arreglando la cocina hasta muy tarde porque mi familia estaba planeando mudarse. Limpiando el refrigerador como última tarea, abrí una botella de plástico guardada para ver qué había dentro. En ese momento, el contenido en la botella de repente estalló con un fuerte estruendo y se derramó; el viejo y fermentado zumo de frambuesa estalló.
La cocina se cubrió del sombrío y rojizo zumo de frambuesa desde el techo hasta el piso. Fue como un rayo caído del cielo. Estaba temblando sin saber qué hacer en esa imprevista situación. Mi esposo, que estaba viendo la televisión en la sala de estar, corrió a la cocina y se sorprendió.
Rápidamente se dio cuenta de la situación y tomó un trapo para limpiar la mancha. Caminó silenciosamente para no levantar a las niñas, pero el sonido de la botella fue tan fuerte que nuestras hijas, que tienen el sueño pesado, salieron de su habitación, sobresaltadas. Ellas me calmaron y ayudaron a su papá a limpiar la cocina. Después de que la cocina volviera a la normalidad gracias a la ayuda de mi familia, pude recuperar la calma.
Ese día, fui enormemente consolada por mi familia. Mi esposo y mis hijas no se quejaron ni irritaron a causa del ruido que hice en medio de la noche. Por el contrario, limpiaron el desastre en silencio y me consolaron como si hubiera sido su culpa. Me sentí avergonzada y agradecida hacia mi familia que hizo el trabajo que yo tenía que hacer.
Este incidente me hizo comprender profundamente la importancia de mi familia. Sin importar lo que pase ni en qué momento, aquellos en quienes puedo apoyarme y amar son mi familia. No tengo dudas sobre esto.