La oración de la Madre que me guía a la vida

Lachae Garrine Berrien, desde New Windsor, NY, EE. UU.

1173 Vistas

En la tierra, Dios crea la vida. Las madres humanas llevan a sus hijos hasta que finalmente vean la luz. En ese momento, los bebés pueden escuchar y conocer la voz de su madre incluso antes de nacer, aunque nunca se hayan encontrado con ellas.

Comprendo que lo mismo sucede con comprender a la Madre celestial y nuestra vida espiritual. Estoy segura de que no es casualidad que la Madre haya dado a luz a mi alma, ore por mí y siempre piense en mí. Incluso antes de que yo naciera en la tierra, la Madre estaba conmigo, guiando toda mi vida, y finalmente me llevó a Ella. Por ello, estoy muy agradecida y me gustaría compartir mi fragancia de Sion al respecto.

Cuando tenía ocho años, solía preguntarme si este mundo era real o solamente un sueño, acostada en la cama por la noche. También pensaba mucho en lo que pasaría después de la muerte. Y se me rompía el corazón al pensar que después de la muerte no habría nada.

Mi familia apenas asistía a la iglesia, mientras que yo buscaba el amor de Dios desde la niñez, y en la secundaria tuve que suplicar a mi mamá que me llevara a la iglesia. A pesar de estar ansiosa por conocer a Dios, sentí que ninguna de las iglesias seguía correctamente a Dios. A menudo me preguntaba qué debía hacer como hija de Dios. “¿No hay leyes que deba observar?” Me habían invitado a muchas iglesias, pero no quería ir a ellas.

No obstante, nunca dejé de buscar a Dios. Tras graduarme de la secundaria, mi mamá me envió a Georgia, donde viví un mes con su vieja amiga, que supuestamente era “cristiana”. Su familia a menudo disputaba y se peleaban, señalando los defectos de los demás, y el hijo que era adulto no llevaba una buena vida. Todos los domingos veían a un pastor protestante en la televisión, y me animaban a unirme a ellos. Mientras estaba en Georgia, oí malas noticias sobre sacerdotes de la Iglesia Católica además del pastor, y pensé: “¿Cómo pueden ser hombres de Dios si están haciendo cosas tan malas?”.

Cuando me convertí en adulta, atravesé muchas aflicciones. Siempre que pensaba que la vida era dura, lloraba y oraba a Dios: “Siento que no lo conozco. Realmente deseo conocerlo”.

Se me rompía el corazón al sentirme distante de Dios. No comprendo por qué tenía esos sentimientos, pero de alguna manera mi espíritu sabía que no conocía a Dios y quería conocerlo.

Mientras leía la Biblia todos los días para estar cerca de Dios, me di cuenta de que necesitaba bautizarme para entrar en el reino de los cielos. Me aterraba el hecho de que nunca hubiera sido bautizada. Quería seguir la palabra de Dios escrita en la Biblia, pero no deseaba bautizarme en cualquier iglesia. Así que decidí bautizarme cuando encontrara la verdadera iglesia. También llegué a leer 1 Corintios capítulo 11, con respecto a la regla del velo; quedé angustiada ante la idea de que no había ninguna iglesia que siguiera esta práctica.

A los pocos días, mi esposo dijo que se había encontrado con personas de la Iglesia de Dios que le mostraron las profecías de Apocalipsis, y que existía la Esposa del Cordero. Parecía muy emocionado porque había estado leyendo el libro de Apocalipsis en días anteriores. Dos semanas después visitamos la Iglesia de Dios; sorprendentemente la iglesia estaba a tan solo tres minutos del lugar donde vivimos.

Cuando llegamos a la iglesia, nos dieron una cálida bienvenida. Todos tenían amplias sonrisas, y había gente de todas las naciones. Nos sirvieron de todo corazón. Sentí como si estuviera en otro mundo. Era un lugar muy agradable y estaba lleno de amor. Mi esposo ya estaba encantado incluso antes del estudio de la Biblia. Ahora, reflexionando sobre el pasado, creo que habíamos sentido el amor de la Madre celestial en Sion.

Al comprender cómo recibir el perdón de los pecados mediante la Biblia, nos bautizamos de inmediato. En ese preciso momento, vi a las hermanas usar velos y orar. Recordé los versículos referentes a la regla del velo. Me sentí tranquila porque parecía que Dios me consolaba, mostrándome que había llegado a la verdadera iglesia.

Después de aquel día, mi esposo y yo íbamos a Sion casi todos los días. Los miembros realmente se sentían como una familia. Guardamos los mandamientos de Dios que habíamos aprendido a través de estudios bíblicos y también observamos los cultos del Día de Reposo. Me sorprendió el hecho de que el Padre celestial hubiera venido a la tierra por segunda vez para salvarnos. No podía creer que esta asombrosa verdad había estado escondida en un lugar tan cercano. Estaba profundamente agradecida al sentir que Dios había respondido a mis oraciones.

En ocasiones, mi mente se llenaba de mi propio conocimiento y dudas, pero he tratado de confirmarlas a través de la Biblia. Los miembros de Sion también me cuidaron con esmero, alimentándome con las palabras de Dios cada día. Cuanto más estudiaba las palabras de Dios, más segura estaba de lo perfecta que es la Biblia, y que toda la Biblia testifica que el Espíritu y la Esposa, los Salvadores de esta época, son los verdaderos Dioses. Finalmente conocí al Dios a quien deseaba encontrar. Al preguntarme cómo predicar la verdad a mi familia y a quienes me rodean, mi corazón rebosaba de alegría.

Antes de recibir la verdad, aunque amaba a Dios, a veces prefería de manera egoísta el amor de alguien hacia mí en particular que el de Dios que ama a todos. ¡Qué necia era! El Padre y la Madre celestiales me eligieron antes de la creación del mundo y han estado dándome su amor inconmensurable, pero yo no lo sabía.

Todo lo que tengo ahora provino de la Madre. Le agradezco por darme vida y por permitirme permanecer en Sion. He comprendido cuál es la verdadera vida, y he obtenido una nueva vida en Dios. Me esforzaré por quitar mi vieja naturaleza y nacer de nuevo. Doy sinceras gracias a Dios Elohim por salvarme y amarme aunque no soy nada.