Estad siempre gozosos

11,011 visualizaciones

¡Qué lugar tan alegre y feliz es el reino de los cielos adonde iremos! La Biblia nos enseña que las cosas terrenales son una copia y sombra de las cosas celestiales (He. 8:5). Por lo tanto, si examinamos cuidadosamente el sentimiento de alegría que Dios nos ha dado a los seres humanos, podemos comprender la verdadera alegría que disfrutaremos en el cielo.

La alegría y el placer que sentimos se expresan a través de una sonrisa o risa. En las conversaciones cotidianas, cuando hablamos de temas pesados o cosas negativas, nos sentimos incómodos y nuestro rostro se endurece. Por el contrario, cuando hablamos de algo gracioso o alegre, esto produce una sonrisa o risa en nuestro rostro. Mientras nos reímos a carcajadas, echamos las cargas de nuestro corazón y disfrutamos de las sensaciones de alegría al máximo, aunque temporalmente. Por un momento, todo el mundo se siente como si estuviera en el cielo.

Como la Biblia dice: “Ejercítate para la piedad” (1 Ti. 4:7), necesitamos entrenarnos para ser piadosos y estar gozosos, para poder entrar en el reino de los cielos rebosante de alegría. Dios nos ayuda a sus hijos para que llevemos una vida de fe con gozo y alegría.

Sion llena de gozo y alegría

Jesús dice que los que hacen la voluntad de Dios entrarán en el reino de los cielos (Mt. 7:21). Por lo tanto, estar siempre gozosos es también la voluntad de Dios que debemos poner en práctica.

“Estad siempre gozosos. Orad sin cesar. Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús.” 1 Ts. 5:16-18

Hasta ahora, hemos apreciado las leyes de Dios incluyendo el Día de Reposo y la Pascua como sus mandamientos que debemos guardar, pero a menudo hemos olvidado la orden de Dios de estar siempre gozosos. Dios nos dijo: “Estad siempre gozosos”. Hemos sido salvados del pecado y de la muerte, así que podemos ir al cielo donde hay vida eterna y alegría. Entonces, ¿hay alguna razón por la que no podamos estar siempre gozosos?

Si averiguamos la historia de la familia de Abraham, podemos ver que el único heredero de Abraham fue llamado Isaac, que significa “risa”. Puesto que la Biblia dice que somos “hijos de la promesa como Isaac”, ¿no deberíamos siempre llevar una vida llena de sonrisas, alegría y gratitud, como los que han recibido una promesa muy preciosa de Dios? Si lo hacemos, podemos traer una sonrisa a nuestro Padre y nuestra Madre celestiales, así como Isaac trajo la risa a su padre Abraham y su madre Sara (Gn. 21:1-7, Gá. 4:28).

Si no nos regocijamos y sonreímos siempre, probablemente sea porque todavía no hemos comprendido plenamente el valor de la promesa de Dios a pesar de haberla recibido. Los que tienen confianza en su salvación, llevan una vida de alegría continua todos los días. Como Dios nos llama hijos de la promesa como Isaac, cuyo nombre significa “risa”, siempre sonriamos y riamos como hijos del cielo. La Biblia nos muestra que Sion, donde se reúnen los hijos de la promesa como Isaac, es un lugar lleno de alegría y gratitud.

“Ciertamente consolará Jehová a Sion; consolará todas sus soledades, y cambiará su desierto en paraíso, y su soledad en huerto de Jehová; se hallará en ella alegría y gozo, alabanza y voces de canto.” Is. 51:3

Dios dice que se hallará en Sion alegría y gozo, alabanza y voces de canto. Los sonidos de la alegría y las voces de canto nunca cesarán en Sion, mientras que los sonidos de dolor, gemido y suspiro se encuentran en este mundo. Esta es la diferencia entre Sion y este mundo.

Jesús dice que ni una jota ni una tilde pasará de las palabras de la Biblia, hasta que todo se haya cumplido (Mt. 5:18). Por lo tanto, Sion debe ser un lugar lleno de gozo y alegría. Cuando vayamos al cielo, estaremos llenos de alegría todos los días, pero primero debemos tratar de llevar una vida llena de alegría y gratitud en esta tierra.

La Madre crea alegría

Se dice que los niños se ríen unas 400 veces al día, mientras que los adultos se ríen menos de ocho veces al día; los mayores de 50 años se ríen incluso con menos frecuencia.

¿Por qué cree que los niños se ríen con más frecuencia que los adultos? Es porque siempre tienen a su madre a su lado, que es la fuente de su risa. Cuando su madre sonríe, ellos también sonríen. Cuando su madre juega con ellos, estallan en carcajadas. Cuando su madre juega a esconder el rostro, no pueden dejar de reír. Sin embargo, a medida que crecen, pasan menos tiempo con mamá. Esto probablemente reduce la cantidad y el número de veces que pueden reír.

“Porque he aquí que yo crearé nuevos cielos y nueva tierra; y de lo primero no habrá memoria, ni más vendrá al pensamiento. Mas os gozaréis y os alegraréis para siempre en las cosas que yo he creado; porque he aquí que yo traigo a Jerusalén alegría, y a su pueblo gozo. Y me alegraré con Jerusalén, y me gozaré con mi pueblo; y nunca más se oirán en ella voz de lloro, ni voz de clamor.” Is. 65:17-19

Dios nos dice que su pueblo se gozará y se alegrará para siempre en el cielo, un cielo nuevo y una tierra nueva. Cuando vayamos al eterno reino de los cielos, seguramente se llenará de sonidos de gozo y alegría, y voces de alabanza a Dios. Por el contrario, los sonidos de llanto, luto y gemido de dolor se escucharán en el infierno, un lugar de fuego y tormento eternos. Es por eso que la Madre nos enseña a sus hijos, que entrarán en el reino de los cielos, que lleven la vida del evangelio siempre con alegría y sonrisas.

La Biblia dice que el gozo y la alegría se crean a través de Jerusalén, y la Jerusalén de arriba se refiere a nuestra Madre que es libre (Gá. 4:26). Así como los niños se ríen mucho cuando están en los brazos de su madre, Sion, que Dios ha establecido en la tierra, siempre se llena de alegría y sonrisas porque nuestra Madre Jerusalén, que crea alegría, está con nosotros.

“Alegraos con Jerusalén, y gozaos con ella, todos los que la amáis; llenaos con ella de gozo, todos los que os enlutáis por ella; para que maméis y os saciéis de los pechos de sus consolaciones; para que bebáis, y os deleitéis con el resplandor de su gloria. Porque así dice Jehová: He aquí que yo extiendo sobre ella paz como un río, y la gloria de las naciones como torrente que se desborda; y mamaréis, y en los brazos seréis traídos, y sobre las rodillas seréis mimados. Como aquel a quien consuela su madre, así os consolaré yo a vosotros, y en Jerusalén tomaréis consuelo. Y veréis, y se alegrará vuestro corazón, y vuestros huesos reverdecerán como la hierba; y la mano de Jehová para con sus siervos será conocida, y se enojará contra sus enemigos.” Is. 66:10-14

Dios nos ha dicho a sus hijos, los que sienten lo mismo que Jerusalén, que nos alegremos y nos gocemos con Ella. Viviendo en este mundo, la gente no siempre tiene momentos de felicidad sin preocupaciones ni ansiedad. Sin embargo, podemos convertir cualquier tristeza que enfrentemos al vivir en esta tierra, en gozo y alegría, porque nuestra Madre Jerusalén, que crea alegría, está con nosotros.

Pensando siempre en la Madre y en sus lecciones, necesitamos compartir la alegría y la felicidad con los demás. Es en Sion que siempre podemos estar alegres por nuestro Dios que nos ha salvado (Hab. 3:18) y convertir los sonidos de tristeza y gemido en sonidos de alegría y gozo y voces de canto.

Diferencia en el pensamiento

Había un hombre que, desde que era niño, tenía un complejo de inferioridad por ser demasiado bajo comparado con sus amigos. Un día, mientras leía un libro, encontró casualmente un mensaje que decía: “La aceptación de las cosas que no se pueden cambiar es la clave de la felicidad”. Entonces decidió cambiar de pensamiento, ya que no podía cambiar su altura por más que se esforzara.

A medida que reflexionaba sobre sí mismo, halló que había muchas cosas que podía hacer que una persona alta no podía. Gracias a su baja estatura, podía vestirse incluso con ropa de niños, y cuando llovía, se mojaba después que las personas altas. Al contar las cosas que podía hacer, llegó a saber que había muchas cosas en las que era bueno. Esto puede parecer ridículo, pero así superó su complejo de inferioridad, cambiando un poco su forma de pensar en vez de sufrir toda su vida.

La felicidad y la desgracia dependen del pensamiento. Algunas personas odian las rosas solo porque tienen espinas, mientras que otros las aman porque son de hermosa figura aunque tienen espinas. Los que no se ríen mucho son como los que se centran solo en las espinas de las rosas, y los que se ríen mucho son como los que se concentran en las rosas en sí. Aunque seamos puestos en situaciones o circunstancias desfavorables, si cambiamos un poco nuestra forma de pensar, podremos convertir las desgracias en felicidad.

Se dice que el rostro es un espejo que refleja los pensamientos. Las personas cuyos pensamientos están llenos de alegría, siempre se ven felices y alegres. Por eso, cuando la gente visita nuestra Iglesia de Dios, elogia a los hermanos y hermanas por sus amplias sonrisas. Todos dicen que se sienten conmovidos por la cálida bienvenida de nuestros miembros con hermosas sonrisas y por su consideración. Ya que Dios, que da alegría, está con ellos, y tienen esperanza en el reino de los cielos, se sienten felices y esto se refleja en su rostro.

Aunque hoy llevamos una vida dura y dolorosa, no olvidemos que iremos pronto al reino de los cielos, donde no hay tristeza ni dolor, que es un lugar rebosante de alegría para siempre. No debemos mirar nuestras circunstancias y situaciones dadas por Dios con los estándares del mundo, sino con los estándares de los que entrarán en el reino celestial.

La sonrisa es la clave para llevar los diez talentos

Una universidad de Estados Unidos realizó un experimento sobre estrategias de venta. Tres tiendas seleccionadas expusieron los mismos productos con el mismo precio, y dejaron que los empleados de cada tienda los vendieran con diferentes rostros. Como resultado, se produjeron diferentes resultados de ventas: el 85 % de los clientes compraron en la tienda donde los empleados dieron la bienvenida a sus clientes con una amplia sonrisa y un cálido saludo, y el otro 15 % fueron a la tienda donde los empleados tenían un rostro insociable, y nadie visitó la tienda donde los empleados tenían el rostro enojado.

Lo mismo sucede con nosotros, que presentamos el reino de los cielos. Si predicamos el evangelio con un rostro sombrío y enojado, nadie nos escuchará. El evangelio es las buenas nuevas que liberan a los seres humanos del yugo del dolor, la tristeza y la muerte y los guían al mundo de alegría y felicidad. Se nos ha confiado predicar el evangelio, por lo cual no debemos hacerlo con un rostro sombrío y enojado. Esta no es la voluntad de Dios.

“Porque el reino de los cielos es como un hombre que yéndose lejos, llamó a sus siervos y les entregó sus bienes. A uno dio cinco talentos, y a otro dos, y a otro uno, a cada uno conforme a su capacidad; y luego se fue lejos. Y el que había recibido cinco talentos fue y negoció con ellos, y ganó otros cinco talentos. Asimismo el que había recibido dos, ganó también otros dos. Pero el que había recibido uno fue y cavó en la tierra, y escondió el dinero de su señor. Después de mucho tiempo vino el señor de aquellos siervos, y arregló cuentas con ellos. Y llegando el que había recibido cinco talentos, trajo otros cinco talentos, diciendo: Señor, cinco talentos me entregaste; aquí tienes, he ganado otros cinco talentos sobre ellos. Y su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor. […] Pero llegando también el que había recibido un talento, dijo: Señor, te conocía que eres hombre duro, que siegas donde no sembraste y recoges donde no esparciste; por lo cual tuve miedo, y fui y escondí tu talento en la tierra; aquí tienes lo que es tuyo. Respondiendo su señor, le dijo: Siervo malo y negligente, sabías que siego donde no sembré, y que recojo donde no esparcí. Por tanto, debías haber dado mi dinero a los banqueros, y al venir yo, hubiera recibido lo que es mío con los intereses. Quitadle, pues, el talento, y dadlo al que tiene diez talentos. Porque al que tiene, le será dado, y tendrá más; y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado. Y al siervo inútil echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes.” Mt. 25:14-30

A través de la parábola de los talentos, Dios nos ha dado la misión de predicar el evangelio en estos últimos días. En la parábola, los que negociaron y ganaron talentos, recibieron los elogios de su señor: “Bien, buen siervo y fiel”, pero el que no ganó talentos, más bien le fue quitado el talento que tenía y él fue echado en las tinieblas de afuera.

La Biblia dice que los que enseñan la justicia a la multitud, brillarán como las estrellas a perpetua eternidad (Dn. 12:3). Pensemos cómo trabajaron los que ganaron los diez talentos guiando muchas personas al reino de los cielos. Como hemos visto en los resultados del experimento de la universidad, deben de haber trabajado con alegría y agradecimiento según la voluntad de Dios. Por otra parte, el que recibió un talento debe de haber perdido el tiempo sin hacer nada, con un pensamiento negativo, dudas, preocupaciones y ansiedad en su corazón, en lugar de gozo y alegría.

No seamos como el siervo necio con un talento que se preocupaba de las cosas que aún no habían sucedido, y obtuvo dolor y sufrimientos; por el contrario, siempre pensemos en el cielo lleno de gozo y felicidad, y convirtamos una situación difícil en una oportunidad para la felicidad, como el siervo prudente. Si nos regocijamos y sonreímos todo el tiempo de acuerdo con la palabra de Dios, todos seremos capaces de llevar diez talentos.

Reflexionemos sobre nosotros mismos para ver si hemos estado viviendo siempre con alegría según la enseñanza del Padre y la Madre celestiales: “Estad siempre gozosos”. Dios nos permite disfrutar del reino de los cielos aunque sea un poco a través de la alegría y la felicidad que sentimos en nuestra corta vida en esta tierra, y quiere que nos refinemos hasta llegar a ser suficientemente dignos de entrar en el reino de los cielos. Por eso Dios nos ha dicho que seamos como Isaac.

Dado que este mundo es una ciudad de refugio espiritual, no podemos escapar de la tristeza, el dolor y el sufrimiento. Cambiar los gemidos de dolor y tristeza por voces de alegría y alabanza, es lo que debemos hacer los hijos de Dios. Como hijos de Dios, esforcémonos por cumplir su palabra: “Estad siempre gozosos” en casa, en la escuela y en el trabajo, y así transmitamos la alegría y la felicidad que crea la Madre celestial a todas las personas de nuestro vecindario, comunidad, país y el mundo entero.