
Andando Jesús junto al mar de Galilea, vio a dos hermanos, Pedro y Andrés su hermano, que echaban la red en el mar; porque eran pescadores.
“Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres.”
Ellos entonces, dejando al instante las redes, le siguieron. Y desde ese día, una nueva vida se mostró ante ellos, que solo eran pescadores comunes en Galilea.
Ya que Pedro siguió inmediatamente a Jesús al ser llamado por él, pudo tener una vida más valiosa, predicando al Salvador a quien la gente había estado esperando. Él reconoció la oportunidad de ser bendecido y en seguida decidió ponerla en práctica. Esta es la razón por la que pudo recibir la llave del reino de los cielos, la bendición más grande de todas. ¿Cómo habría sido cambiada su vida si hubiera dudado en obedecer al llamado de Jesús, o hubiera renunciado a seguirlo con varias excusas?
Ahora el mundo está esperando desesperadamente al Salvador, y el Espíritu Santo y la Esposa nos dicen que entreguemos el agua de la vida a las personas de todas las naciones. Ahora está delante de nosotros una oportunidad dorada más preciosa que la que se le dio a Pedro. No dudemos. ¡Las llaves del brillante reino de los cielos están esperándonos!