Madre de seis niños

Jo Eun-jin, desde Changwon, Corea

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Mi mamá era una persona muy amable y calmada. Ella solía leerme con una voz suave, y a mí me gustaba mucho. Fui criada como una princesa hasta los cinco años de edad, hasta el nacimiento de mi hermana. Ella parecía un niño porque solo tenía unos cuantos cabellos y los mofletes rojos. Ya que mi abuelo y mi abuela habían esperado ansiosamente el nacimiento de su nieto, quedaron muy desilusionados cuando nació mi hermana.

Después del primer cumpleaños de mi hermana, el vientre de mi mamá empezó a abultarse nuevamente. Cuando mi mamá fue a un evento de mi jardín, con su vientre tan sobresaliente que ni podía verse los pies, y su rostro hinchado, me sentí muy avergonzada de ella.

“Otras madres se han vestido muy bonito…”

La razón del crecimiento del vientre de mi mamá era porque estaba embarazada de gemelos. Las dos eran niñas. Este fue el principio del sufrimiento de mi mamá. Mis hermanas gemelas lloraban todo el día, y mi segunda hermana que había sido una buena niña empezó a hacer sus necesidades por toda la casa y solo seguía a mamá llorando todo el día, porque probablemente estaba celosa de sus hermanas gemelas. En esos momentos, yo iba a mi habitación y leía un libro.

A veces cuando me levantaba para ir al baño en la madrugada, veía a mamá lavando ropa a esa hora.

“Mamá, ¿por qué estás lavando ahora?”

“No tengo tiempo para lavar ropa a menos que lo haga ahora.”

En esos días se usaban los pañales de tela. Mi mamá debe de haber lavado muchos pañales usados por sus tres hijas todos los días. Yo solo tenía ocho años de edad en ese momento, y me había acostumbrado a ver a mi madre llevando esa clase de vida.

Un tiempo después del nacimiento de las gemelas, mi madre dio a luz a otra niña, y cuando ella tenía 18 meses de edad, nació el menor de mi familia, un niño a quien mi abuelo y mi abuela habían esperado durante mucho tiempo. Por supuesto, hicieron una fiesta e invitaron a toda la aldea.

No obstante, esto no significó el final del sufrimiento de mi mamá. Ella continuaba lavando ropa mientras otras personas dormían, y cuando terminábamos una comida, toda la habitación estaba en desorden con muchos granos de arroz esparcidos, como solía estar. Mientras ella prestaba atención a uno de sus hijos, otro derramaba agua, y mientras limpiaba esto, otro gateaba y desordenaba la cocina. Estas mismas cosas se repetían todos los días. Un día, cuando regresaba de la escuela, mi mamá estaba llorando sentada en la cocina. Había una botella de aceite rota detrás de ella, y el aceite estaba en todo el suelo. Era una evidencia de las travesuras de mis hermanas gemelas.

En ese tiempo, mi mamá era más joven de lo que soy ahora. Ella pasó toda su juventud criando a sus seis hijos, sin tener tiempo para sí misma.

Preocupándose de que sus hijas pudieran ser víctimas de los malos comentarios de los demás, ella siempre nos vestía con ropa limpia y nos peinaba todas las mañanas. Ya que sus hijos se comían dos pollos fritos en un instante, ella no comía nada de pollo, ni una sola vez, diciendo que a ella no le gustaban los alimentos con grasa.

Después de mucho tiempo me enteré de que a mi mamá le gustaba la carne y también le encantaba arreglarse. Yo quería que ella viviera cómodamente y en abundancia, sirviéndole comida deliciosa y también comprándole buena ropa, pero solo lo posponía para otro día con la excusa de estar ocupada con mi vida, y perdí la oportunidad para siempre. No expresé completamente mis verdaderos sentimientos por ella, diciendo: “Lo lamento”, “muchas gracias,” y “te amo”.

Después de la muerte de mi madre, comprendí qué imprudente e inmadura había sido. Aunque era la mayor de seis hijos, pensé que los sufrimientos de mi madre eran algo natural y ni siquiera pensé en ayudarla. Me resentí conmigo misma por eso.

Pensando en la vida de mi madre, recuerdo a la Madre celestial. La Madre no tiene tiempo para descansar cómodamente, ni siquiera un día, debido a sus hijos que se incrementan en número; Ella solo vive para sus hijos. El tiempo no espera. No me quedaría mucho tiempo para practicar el amor filial hacia la Madre. A partir de ahora, quiero cuidar bien de mis hermanos espirituales y ayudar a la Madre con sinceridad comprendiendo su corazón, como una verdadera hija mayor, a fin de no volver a lamentarme.