Cuando tenía tres años

Park Yun-jeong, desde Seongnam, Corea

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Me hice cargo por unas horas de una niña de tres años, hija de una conocida cercana. Mis padres, que estaban conmigo, pasaron por ella y se dirigieron a casa. Mis padres parecían muy felices, probablemente porque tenían pocas oportunidades de cuidar a un niño. Cuando llegamos a casa, debía llevarla por las escaleras hasta el tercer piso en el que vivimos. En ese momento, mi papá le preguntó a la niña: “¿Te importa si tu tío te lleva en brazos?”.

Me eché a reír porque fue divertido ver la forma en que mi padre pedía permiso cuidadosamente a una niña, llamándose tío y no abuelo. Mi padre parecía emocionado, subiendo las escaleras con ella en sus brazos. La niña también se veía feliz, saludándome por detrás.

La niña jugaba bien en un lugar desconocido sin un solo juguete. Las risas no cesaban mientras le preparaba bocadillos, así que fui a ver qué pasaba. ¡Oh, cielos! Mi padre estaba haciendo estiramientos a nivel de acrobacias. Cuando la niña demostró lo que había aprendido en su jardín infantil, él la imitó. Parecía doloroso, pero estaba sonriendo. Cuando ella entró en la cesta de compras, la levantó en alto para que sintiera que subía a las atracciones. Me sorprendió ver a mi padre jugando con la niña con tanta dedicación.

Preparé pasteles de arroz salteados con salsa de soja mientras mi padre jugaba con la niña. Mi madre cortó los pasteles de arroz para la niña y los puso en un cuenco, pero le preocupaba que se atorara aunque los había cortado en trozos pequeños como alimento para aves. Apenas pudo comer, preocupándose por la niña toda la cena.

Vi una faceta diferente de mis padres cuando la niña se quedó en casa. Más tarde, mis padres dijeron que lamentaban no haber podido jugar mucho conmigo ni crear muchos buenos recuerdos para mí cuando tenía tres años porque estaban ocupados trabajando. También afirmaron que se sentían muy felices de ver a la niña de tres años, la cual les recordaba mis facciones cuando tenía esa edad. Me conmovió escucharlo.

Aquel día, sentí como si viera las escenas de mi infancia que estaban más allá de mis recuerdos; me reía a carcajadas sin ninguna preocupación mientras mi padre jugaba conmigo incondicionalmente, y no me faltaba nada gracias al cálido cuidado de mi madre, quien quería que comiera bien y estuviera saludable. Nunca olvidaré que gracias al amor y al sacrificio de mis padres, hoy soy alegre, saludable y vivaz.