Jesús se acercó a Jerusalén con sus discípulos.
Los discípulos fueron e hicieron como Jesús les mandó para que se cumpliese lo dicho por el profeta; y trajeron el pollino y pusieron sobre él sus mantos; y Jesús se sentó encima.
Y la multitud, que era muy numerosa, tendía sus mantos en el camino; y otros cortaban ramas de los árboles, y las tendían en el camino. Y la gente que iba delante y la que iba detrás aclamaba, diciendo:
“¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!”
Cuando entró Él en Jerusalén, toda la ciudad se conmovió.
La multitud gritaba a Jesús: “¡Hosanna!” Hosanna es una palabra que se utiliza para alabar y adorar a Dios, la cual significa “¡sálvanos ahora, te ruego!” La razón de esta ferviente bienvenida era que habían oído que Jesús había llamado a Lázaro del sepulcro y lo había resucitado de entre los muertos (Jn. 12:17-18).
Jesús, que resucitó a Lázaro de entre los muertos, después de dos mil años ha hecho algo aún más sorprendente: ha restaurado la Pascua del nuevo pacto, el secreto de la vida eterna. Hoy en día, hemos escuchado las buenas nuevas acerca del Salvador que ha venido según las profecías de la Biblia. Ahora es nuestro turno de gritar:
“¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!”